Ucrania como frontera

Las dificultades para interpretar, comprender y relatar lo que viene ocurriendo en Ucrania derivan del hecho de que lo que está en juego no es únicamente lo que se ve: una guerra convencional entre dos países vecinos sino un pulso de largo aliento entre dos bloques nuclearizados. Esto es obvio. El desacuerdo y las incógnitas esenciales radican en la naturaleza, el origen y los motivos de este “pulso” que podría derivar en un “choque”.

El otro día decía que, hasta hoy, la paz mundial ha estado protegida de manera más eficaz por la fe realista en la Destrucción Mutua Asegurada que por la Carta de Naciones Unidas. Mi afirmación puede parecer una boutade o una paradoja retórica pero es un hecho indiscutible y, de hecho, así parece funcionar cualquier tipo de orden (estatal, internacional, doméstico…):

1º  Primero viene la paz entendida como ausencia de guerra: este paso de suspensión del ejercicio de la violencia no está sometido a ninguna ley: es un resultado fáctico que depende enteramente de los actores que disponen de los medios para mantener el estado guerra; es el resultado de un acuerdo libérrimo y arbitrario entre los que tienen la capacidaddemantener el estado de guerra y, en la era nuclear, de poner fin al mundo.

2º Se constituye un orden legal e institucional dotado de una mayor o menor eficacia para gestionar el estado de ausencia de guerra.

3º El orden legal-institucional tiene una influencia limitada en la conservación del estado de ausencia de guerra. Sin embargo, puede ser pródigo en el reconocimiento y la garantía de derechos libertades: derechos y libertades naturales, de ciudadanía, humanos, de los seres vivos…

La eficacia de las instituciones y la legalidad internacional ha estado siempre cuestionada. Sin embargo, sobre todo desde el final de la Guerra Fría, se ha tendido a olvidar que la ONU no era el garante de la paz sino que su función era mucho más modesta: la de mero administrador por delegación del estado de ausencia de guerra global. La proliferación de un sistema y un acervo global de derechos y libertades que, en términos generales, sólo pueden ser garantizados en el ámbito estatal no ha funcionado como garante de la paz sino que, por el contrario, depende del mantenimiento del estado de ausencia de paz, que ha seguido en manos de las superpotencias. En este contexto, (a) la abstención de un choque directo entre las superpotencias y (b) las operaciones “quirúrgicas” desplegadas en pro de la paz y en defensa de los derechos libertades humanos han puesto coto a una conflagración global.

En este sentido, la configuración del Consejo de Seguridad de la ONU no es casual ni accidental: es una consecuencia de su génesis, y refleja fielmente cuáles son las condiciones y las amenazas para la paz. 

Actuación y objetivos de la OTAN en la Guerra de Ucrania: suplantación o superación de la ONU

Ante la guerra de agresión de la Federación Rusa, la actuación del bloque atlantista se puede interpretar como una suplantación de la ONU en el ejercicio de las competencias del Consejo de Seguridad en virtud del Capítulo VII de la Carta: “Acción con respecto a las amenazas para la paz, las violaciones de la paz y los actos de agresión”.

Esta afirmación podría considerarse hipócrita ya que el supuesto de hecho del artículo 39 de la Carta de la ONU (el acto de agresión de Rusia) es público y notorio y que las sanciones económicas adoptadas contra Rusia no implican el uso de la fuerza. Por tanto, podría decirse que los aliados están aplicando escrupulosamente y de buena fe las medidas previstas en el Capítulo VII de la Carta. Esta interpretación parece impecable salvo por las siguientes consideraciones:

  1. las sanciones reguladas en el artículo 41 de la Carta son el preámbulo del uso legal de la fuerza (artículo 42);
  2. están concebidas como método de presión y de castigo;
  3. no están pensadas para ser aplicadas unilateralmente por ningún estado miembro sino previa resolución del Consejo de Seguridad la ONU.

En consecuencia, las acciones de la OTAN/EE.UU./EU (sanciones más reforzamiento de las capacidades militares de Ucrania) pueden legítimamente percibirse como una amenaza para la seguridad de la Federación Rusa.

Ignorar o suplantar a la ONU no es ninguna novedad. Sin embargo, en este caso, la acción de los países atlantistas no se limita a menoscabar las instituciones internacionales sino que constituye una provocación para la Federación Rusa. Como decía más arriba, EE.UU. y la Federación Rusa, a pesar de la concepción onusiana de que todos los estados son igualmente soberanos, son algo más: por su condición de potencias nucleares son co-garantes de la paz mundial. Esto no significa meramente que puedan violar el derecho internacional cuando les plazca, ya que eso algo al alcance de cualquier estado. La peculiaridad de las superpotencias consiste en su capacidad para borrarse mutuamente del mapa y, de paso, al resto del mundo. 

Por todo ello, no sería descabellado pensar que las intenciones de la OTAN van más allá de asistir a Ucrania en un conflicto territorial. 

Hasta ahora, había tenido dificultades para admitir uno de los principales argumentos de la izquierda anti-OTAN: que, en Ucrania, la OTAN libra una “proxy war” (guerra por intermediario). Sin embargo, ya no me cabe ninguna duda, y esto resulta esencial para mi argumento por varias razones:

  1. Esto permitiría decir que, efectivamente, Ucrania es instrumentalizada por los países de la OTAN;
  2. por tanto, el argumento de que su actuación es legítima de acuerdo con el derecho internacional perdería validez;
  3. aún más importante, los riesgos implícitos de una guerra indirecta contra Rusia nunca podrían estar justificados en base a la defensa de la integridad y la soberanía de ningún país no miembro de la OTAN (sería cuestionable incluso si se tratara de un país OTAN).
  4. En conclusión, cabe pensar que los objetivos reales de los países altantistas sean mucho más ambiciosos que los declarados. De hecho, el discurso de legitimación de la OTAN/UE pone gran énfasis en identificar a Ucrania con (la idea de) Europa/Occidente y con los valores asociados de libertad y democracia. Esta identificación no sólo es exagerada sino pura propaganda ya que, hasta hoy, Europa y la democracia no han dependido en absoluto del destino de Ucrania.

La ausencia de guerra y el origen de la ONU

Los antecedentes de la Carta de Naciones Unidas se remontan a sucesivos acuerdos entre los aliados desde los inicios de la II GM:

  • Declaración de St. James´ Palace (junio 1941),
  • Acuerdo Anglo-Soviético (julio 1941),
  • Carta Atlántica (Agosto 1941),
  • Declaración de las Naciones Unidas (Enero 1942).

En ellos se fijaron compromisos respecto al desarrollo de la guerra, la renuncia a firmar una paz unilateral con Alemania que no implicase el reconocimiento explicito de la derrota por parte de Alemania y se anticiparon algunos de los rasgos fundamentales del nuevo orden mundial una vez derrotado el Eje. Esto pone de manifiesto que el orden inaugurado por la Carta de Naciones Unidas está íntima y genéticamente vinculado a la guerra y a las alianzas militares: una guerra librada para instaurar definitivamente la paz mundial; y una alianza dedicada a mantenerla. El hecho de que los aliados no se limitaran a determinados acuerdos sobre el esfuerzo bélico y el compromiso de erradicar al régimen nazi puede explicarse por una genuina convicción de que sólo la universalización de la justicia y la libertad podían garantizar una paz duradera y no una mera ausencia de guerra.

Sin embargo, lo que se demostró inmediatamente después de la guerra es que la ausencia de guerra y el contenido de la paz eran dos dimensiones independientes: la primera sólo podía garantizarse por la abstención de las potencias nucleares, y se alcanzó con la concepción de la Mutual Assured Destruction; y la segunda, a duras penas, por la ONU y demás organizaciones internacionales. Por todo lo dicho, es inevitable entender la actual guerra en Ucrania como una vuelta de tuerca del expansionismo atlantista y, en consecuencia, como una renuncia a su papel histórico en la garantía de un mundo sin guerra. En este sentido, la Nueva Carta Atlántica, firmada por Biden y Boris Johnson en Junio de 2021, a pesar de presentarse como una renovación de votos, parece más bien, atendiendo a la ocasión, los participantes y la referencia imprecisa a “nuevos desafíos” y “modernas amenazas” (aunque algunas parecen tener nombres y apellidos), un anuncio de la superación del orden mundial vigente y una derogación implícita del sistema de paz y seguridad construido tras la IIGM

Consideraciones finales

  1. Las guerras más peligrosas no son consecuencia de la hipocresía ni del ansia de poder sino las libradas en nombre de principios abstractos.
  2. La vocación de salvar al mundo tiende a ser más peligrosa que la tentación de conquistar territorios.
  3. Occidente está convencido de su superioridad moral, lo cual resulta comprensible aunque inquietante: ¿por qué somos siempre los campeones de la moral y de la libertad? La Ilustración europea y la ideas europeas del “progreso” han tenido consecuencias devastadoras para nuestro mundo común.
  4. Es imposible predecir cómo acabará la aventura en Ucrania: una guerra nuclear no se puede descartar. Ello equivaldría a una derrota para todos. Si Rusia pierde, el riesgo del ataque nuclear podría crecer. Ucrania ya ha perdido: sólo le cabe perder más. Occidente podría ganar aunque Ucrania perdiera. Sin embargo, el escenario más probable es que todos pierdan y que nadie se imponga. Esta sería la única oportunidad de constituir un nuevo orden basado en la ausencia de guerra mundial.

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